domingo, 16 de noviembre de 2014

Rima LXXIII

Cerraron sus ojos,
que aun tenía abiertos;
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.

La luz, que en un vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del lecho,
y entre aquella sombra
veíase a intérvalos
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.

Despertaba el día
y a su albor primero,
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterios,
de luz y tinieblas,
medité un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!

De la casa, en hombros,
lleváronla al templo,
y en una capilla
dejaron el féretro.
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.

Al dar de las ánimas
el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos;
cruzó la ancha nave,
las puertas gimieron
y el santo recinto
quedose deserto.

De un reloj se oía
compasado el péndulo,
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba...
que pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!

De la alta campana
la lengua de hierro
le dio volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas
amigos y deudos
cruzaron en fila
formando el cortejo.

Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un extremo.
Allí la acostaron,
tapáronle luego,
y con un saludo
despidiose el duelo.

La piqueta al hombro,
el sepulturero,
cantando entre dientes,
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
reinaba el silencio;
perdido en las sombras,
medité un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!

En las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero
de la pobre niña
a solas me acuerdo.

Allí cae la lluvia
con un son eterno;
allí la combate
el soplo del cierzo,
del húmedo muro
tendida en el hueco,
¡acaso de frío
se hielan sus huesos!...

¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es vil materia,
podredumbre y cieno?
¡No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
que al par nos infunde
repugnancia y duelo,
al dejar tan tristes,
tan solos los muertos!

Argumento
En esta rima se detalla la muerte y el entierro de una niña.

Tema
La muerte.

Estructura
Externa: Texto lírico formado por 104 versos hexasílabos que riman en asonancia formando un romancillo. El esquema métrico es el siguiente: 6 -, 6 a, 6 -, 6 a, 6 -, 6 a, 6 -, 6 a,...
Interna: El texto se divide en 5 apartados:
1': (Versos 1-26) Se explica la muerte de la niña.
2': (versos 27-52) Se explica el funeral.
3': (versos 53-78) Se explica el momento en el que entierran finalmente el féretro.
4': (versos 79-94) El autor recuerda a la niña.
5': (versos 95-104) Reflexiones del autor sobre la muerte.

Forma de elocución
La descripción es la forma de elocución predominante en el texto.

Análisis de recursos
Hipérbaton: versos 7 y 8.
Paralelismo: versos 47 y 48.
Repetición de Dios, -n, o, qué solos 1 se quedan los muertos.
Preguntas retóricas: versos 95-98.
Asíndeton: versos 103-104.

Conclusión
Esta rima presenta la muerte, desde su máxima sencillez hasta la absoluta complejidad. Esta complejidad es filosófica, se plantea en el último apartado, y llega incluso a plantear debates religiosos. 

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