En la imponente nave
del templo bizantino
vi la gótica tumba a la indecisa
luz que temblaba en los pintados
Las manos sobre el pecho,
y en las manos un libro,
una mujer hermosa reposaba
sobre la urna del cincel prodigio.
Del cuerpo abandonado
al dulce peso hundido,
cual si de blanda pluma, y raso fuera,
se plegaba su lecho de granito.
De la postrer sonrisa
el resplandor divino
guardaba el rostro como el cielo guarda
del sol que muere el rayo fugitivo.
Del cabezal de piedra,
sentados en el filo,
dos ángeles, el dedo sobre el labio,
imponían silencio en el recinto.
No parecía muerta;
de los arcos macizos
parecía dormir en la penumbra
y que en sueños veía el paraíso.
Me acerqué de la nave
al ángulo sombrío
como quien llega con callada planta
junto a la cuna donde duerme un niño.
La contemplé un momento,
y aquel resplandor tibio,
aquel lecho de piedra que ofrecía
próximo al muro otro lugar vacío,
en el alma avivaron
la sed de lo infinito,
el ansia de esa vida de la muerte,
para la que un instante son los siglos...
Cansado del combate
en que luchando vivo,
alguna vez recuerdo con envidia
aquel rincón oscuro y escondido.
De aquella muda y pálida
mujer me acuerdo y digo:
¡oh qué amor tan callado el de la muerte!
¡Qué sueño el del sepulcro tan tranquilo!
del templo bizantino
vi la gótica tumba a la indecisa
luz que temblaba en los pintados
Las manos sobre el pecho,
y en las manos un libro,
una mujer hermosa reposaba
sobre la urna del cincel prodigio.
Del cuerpo abandonado
al dulce peso hundido,
cual si de blanda pluma, y raso fuera,
se plegaba su lecho de granito.
De la postrer sonrisa
el resplandor divino
guardaba el rostro como el cielo guarda
del sol que muere el rayo fugitivo.
Del cabezal de piedra,
sentados en el filo,
dos ángeles, el dedo sobre el labio,
imponían silencio en el recinto.
No parecía muerta;
de los arcos macizos
parecía dormir en la penumbra
y que en sueños veía el paraíso.
Me acerqué de la nave
al ángulo sombrío
como quien llega con callada planta
junto a la cuna donde duerme un niño.
La contemplé un momento,
y aquel resplandor tibio,
aquel lecho de piedra que ofrecía
próximo al muro otro lugar vacío,
en el alma avivaron
la sed de lo infinito,
el ansia de esa vida de la muerte,
para la que un instante son los siglos...
Cansado del combate
en que luchando vivo,
alguna vez recuerdo con envidia
aquel rincón oscuro y escondido.
De aquella muda y pálida
mujer me acuerdo y digo:
¡oh qué amor tan callado el de la muerte!
¡Qué sueño el del sepulcro tan tranquilo!
Argumento
En este poema Bécquer describe el amor que siente por una
mujer que no puede amar pues ella está muerta y él la vio en un templo reposar
cándidamente en su tumba pero aun estando muerta su belleza persista.
Estructura
Este poema está formado por 44 versos estructurados en 11
estrofas, cada una de 4 versos. El esquema del poema es el siguiente: 7, 7, 11,
11- 7, 7, 11, 11- 7, 7, 11, 11-8-1, 7, 11, 11 -7, 7, 11, 11 - 7, 7, 11, 11 - 7,
7, 11, 11 - 7, 7, 11, 11 - 7, 7, 11, 11 - 7, 7, 11, 11 -8-1, 7, 11, 11.
Este poema está dividido en dos partes muy claras ; la
primera en la que se describe como conoce a la dama ( versos 1- 36), y en la
segunda aparece la rendición del poeta que quisiera morir para ver a su amada
ya que el amor no tiene barreras, ni siquiera la de la muerte (versos 37-44).
Estilo
Personificación: verso 3-4 "... luz..."
Metáfora: verso 14 “resplandor divino"
Comparación: estrofa 4 " sonrisa con rayo"
Verso 19-20-. Los ángeles otorgan a la escena una imagen
sagrada. Estrofa 6: comparación de la muerte con el dormir. Metáfora: verso 24
" y en sueños... el paraíso" Comparación: verso 27 mujer con un niño.
Personificación: verso 32 "lecho que ofrecía'.
Metáfora: versos 37-38 “cansado… vivo” se refiere a la lucha
de la vida. Versos 39-40: se refiere a la tranquilidad de la muerte.
Metáfora: verso 41 " muda y pálida mujer' quiere decir
muerta.
Versos 43-44: Bécquer expresa su envidia a la muerte que le
parece mucho mejor que la triste vida que lleva.
Buenas, disculpen pero no creo que hable de amor, ya que si lo analizamos se encuentra en la cuarta parte de las rimas de Bécquer en la que hace alusión a la soledad, tristeza y a una cerca muerte, y no sería más bien que se refiere a la muerte y la tranquilidad con la que Bécquer la mira o mejor como él la siente a la muerte.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo.
EliminarDe acuerdo contigo,el cansancio vital del yo lírico hace que envidie la tranquilidad de la muerte.
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